Lecciones de historia

Editorial

Mientras en la calle crece el malestar por las políticas de austeridad aplicadas por el Gobierno catalán y se deterioran las expectativas electorales de CiU en favor de ERC, el presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha lanzado una campaña que, aprovechando el 300º aniversario de la derrota de Barcelona a manos de las tropas de Felipe V, pretende convertir la efemérides en una sucesión de actos de afirmación soberanista destinada a presentar a España como el enemigo secular de los catalanes. Entre las actividades programadas destaca un simposio de historia coorganizado por un centro dependiente de Presidencia con el provocativo título de España contra Cataluña. El programa incluye diferentes ponencias dedicadas a la “represión” política, administrativa, institucional, económica, cultural y lingüística de la que desde 1714 “ha sido víctima” Cataluña, y que culmina en La apoteosis del expolio: siglo XXI, según reza el título de una de ellas.

Se trata de un burdo e indisimulado intento de manipulación política que pretende poner algo tan serio como la historia al servicio de los fines propagandísticos de la agenda soberanista. En la presentación de los actos, Mas afirmó que en estos 300 años España y Cataluña han estado en “conflicto permanente” por culpa de “una cultura castellana y española de imposición”, frente a la voluntad “pactista” de los catalanes. Con semejante operación, Mas y sus colaboradores no hacen otra cosa sino aplicar el esquema clásico de la construcción ideológica de los nacionalismos, consistente en atribuir a un supuesto “enemigo exterior” todos los males, y tratar de imponer una visión esencialista y romántica de la nación, algo más propio del siglo XIX que del XXI. Sorprende que algunos reconocidos intelectuales se presten a esta maniobra, lo cual indica que la dinámica envolvente del soberanismo está alcanzando a una parte de la academia, cuya pérdida de objetividad solo puede redundar en su desprestigio.

Artur Mas se está dejando arrastrar a un discurso peligrosamente maniqueo y simple, además de impropio de un presidente obligado al rigor y al respeto por la historia, basado en el cliché de una España oscura y tiránica, frente a una Cataluña resistente y luminosa. Este planteamiento presenta los ingredientes de un populismo identitario que solo puede ahondar la fractura entre la sociedad catalana y el resto de España. En política, jugar a que las emociones se impongan a la racionalidad es siempre muy peligroso. Puestos a conmemorar y mirar hacia atrás, harían bien los catalanes en detenerse en otra efemérides que también se conmemora el año próximo: el centenario del estallido de la I Guerra Mundial. Porque esa terrible experiencia histórica nos ilustra sobre lo fácil que es prender el fuego de los enfrentamientos identitarios y lo difícil que resulta luego apagar la hoguera encendida. La historia proporciona grandes lecciones, siempre que las queramos aprender.

El País, 10 de juny 2013

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