
MANUEL ALCARAZ
No sabemos qué fue del President Mazón durante buena parte de la tarde de la dana: ese misterio nos está rompiendo, pues sigue siendo una cuña que impide que la razón democrática se restablezca en plenitud. No es que haya dudas: hay sospechas, que es mucho peor. La sospecha degrada al pueblo democrático y se expande inevitablemente a otras áreas de la vida pública. Esa tarde, el rey negro, en mitad de la confusión, a empujones, avanzó hasta mitad del tablero. No lo hizo por propia voluntad sino impulsado por la pulsión cobarde de que había que esconderse, y ningún mejor escondrijo que el tumulto del territorio central, otra cosa es poder regresar luego a la seguridad de la línea inicial. Esa traidora centralidad se debió también a su propia incompetencia y a la de sus zánganos, felices en la colmena zumbadora. Y al empuje de Vox, claro. Digamos que por horas y días deambuló noqueado por el tablero, hasta que quedó bloqueado y allí sigue. Más o menos.
Hasta ahora nadie –salvo Vox- ha querido establecer una expedición de ayuda y salvamento. Pero un rey es un rey y tiene bastantes recursos para sobrevivir, al menos mientras sus súbditos no encuentren a quién dar vivas una vez proclamada la muerte política del monarca. Esa ejecución está inscrita en el imaginario de su partido, pero no es fácil que todas las piezas cuadren: la derecha española es sutil a la hora de organizar sus propios cadalsos. Desde este punto de visa, la molt honorable pieza está a la expectativa de destino, desayunando incertidumbre y cenando soledades.
Al quedar en el centro del tablero y mal guarnecido, las pìezas blancas se acercaron con insospechada avidez. Le rodearon, le tienen aún rodeado. Pero se han mostrado incapaces de plantear un jaque mate. Jaques ha habido pero el rey negro siempre ha podido zafarse; poco, muy poco, como corresponde al rey; aunque sea de farol, que es práctica inusual en el ajedrez. Pero suficiente para que se produzca el siguiente efecto: las piezas blancas se han situado de tal manera que siempre hay una que dificulta el avance, quizá decisivo, de las demás o, al menos, de las esenciales para el golpe último. La cosa pareció cambiar cuando el rey del PSOE –recordemos que el ataque lo juegan varios-, Sánchez, tardía pero contundentemente, se plantó en el lugar del juego, recibió afectos y afectados y pareció que todo el horizonte se clarificaba. Pero no ha podido ser. Herido por otros males, se ha visto obligado a dedicar más tiempo al solitario. En Madrid. Y la reina, en fin, parece estar mucho más cómoda en Madrid. Porque Madrid tiene la ventaja de hacer abstracto al pueblo. Se han replegado. Mandan peones. Y unos cuantos murmullan mutuas amenazas, disputan cada escaque, languidecen entre tópicos. Poca cosa en ausencia de discurso claro.
Compromis lanzó con mucha más coherencia y decisión, los primeros días, torres, álfiles y caballos. Rey y reina no, tampoco, porque no está claro quienes están coronados. Que una cosa es dar voces y componer epitafios tremebundos y otra decir: “por aquí”, e ir por ahí; sobre todo si no se dan cuenta que esta partida no se juega en una semana: va de meses, de años quizá. Eso Compromis no lo entiende, no está en su manual, si es que acaso lo tuvieran. En realidad está bastante mal dotada para el ajedrez. Pero, en fin, anunció su descontento en Nueva York y paseó por parques, jardines, playas y romerías gigantesca pancarta de perdurable fama. Trabajar reservadamente –que no es incompatible con lo otro- la posibilidad de contrastar programas, alumbrar propuestas sólidas de reconstrucción y trabajar generando redes que hagan rentable y comprensible el asalto de sus piezas… eso no. Y encima se enreda en una disputa interna que le obliga a enrocarse, a transitar desde la ofensiva hasta alguna manera de repliegue, en el que las figuras avanzadas resultan inservibles: torres sin almenas, caballos sin alfalfa, alfiles sin brújula. Y, en fin, por si hubiera dudas, en mitad de esta tormenta, apuntan contra el Presidente del Gobierno sazonando de confusión el escenario: qué linda distracción para Mazón.
Mazón sigue embarrancado, pero, entre unos y otros le dejan un par de escaques de resguardo. Pasivas las figuras, la cosa va de peones de escasa maniobrabilidad. Coge aire en un Congreso madrileño, sus iguales ya le abrazan, con desgana pero sin romperse la sisa; Vox le da una paguita; las manifestaciones van perdiendo fuelle, que una cosa es el primer hervor y otra imaginar una sociedad civil desestructurada, hiperactiva pero desvertebrada, que a la vez sea eficaz. Tiene sus movimientos restringidos, pero ya se puede permitir algún desahogo festivo. Este no va a ser el verano de su vida, con lo bien que luce las camisas blancas, pero ya ha podido quitarse el chaleco. Ojo, que no digo yo que no será derrotado. Su aire recuperado le da para muy poco: el peso de la desgracia es demasiado grande para poder encerrarlo sin más en manuales de historia. La carne, la sangre, el barro, la ruina, son demasiado fuertes como para que el escaque en el que se aposente el rey negro no quede una sombra, una mancha. Y eso lo saben en su partido. Sus inoperantes caballos, torres, álfiles y hasta peones, desde los arabescos de sus hechuras, ven la sombra, ven la mancha y no quieren que les contamine. No pueden pedirle una anticipación de Elecciones –sí al Gobierno de España, ¡vaya cinismo!- porque no tiene un bloque de madera suficientemente aparente, pero ya llegará el día de la confección de listas. Que mira que es posible que, quizá, cambiarlo a él con honores y marchas triunfales, o sin ellas, sea baza principal para rascar esos pocos puntos que dicen las encuestas que les faltan para inaugurar un nuevo tablero.
¿Y no podría la izquierda haber hecho, hacer aún, alguna otra cosa? Pudieron haber planificado mejor sus jugadas, no ir a salto de mata, no olvidar que al ajedrez se juega mejor en silencio o en voz baja, no olvidar que el enroque en la mera indignación puede acabar por alentar el espíritu oscuro del adversario más extremo, no olvidar que el Pais Valenciano es bastante más grande que València y l’Horta y que las formas de la solidaridad son complejas. Pero, sobre todo, deberían recordar que si el PP, simplemente, “pierde”, es más que posible que pierda por un margen insuficiente y que su derrota signifique un nuevo gobierno del PP teledirigido con más eficacia por Vox, limpio de lodo, con apostura soberana de matones dispuestos a transformar su tarea de figuras en guardaespaldas que condicionen el futuro. La única manera de evitar eso es “ganar”. Y entrecomillo estas sencillas palabras porque las izquierdas valencianas parecen ignorar la diferencia -de otras fuerzas a la izquierda no es preciso hablar: no les distraigamos mientras juegan a la comba, a dar saltitos hasta que llegue el momento de usar la cuerda para ahorcar al camarada, que esto del ajedrez es cosa de burgueses-.
En efecto: no es lo mismo la derrota del adversario que tu victoria. Y aquí era, es todavía posible salir a ganar: la victoria de la izquierda es la única posibilidad de que no se perpetúe esta angustiosa partida. Como lo fue en 2015. Una realidad curiosa: está más presente en la imaginación colectiva que PP y Vox no formarán gobierno pero gobernarán juntos, que un gobierno aliado de PSPV y Compromis, como lo fue hasta hace dos años. No propongo una coalición electoral pero sí la construcción de relatos que puedan ir sustituyendo la indignación por ilusión, por esperanza. Por la esperanza de que alguien pronuncie ¡jaque mate! Y que sea verdad. Ya sé que eso es pensar a largo plazo y que no están los dirigentes para eso, que ellos son de eso de que cada día tiene su afán. Pero mientras se solazan en rencillas mutuas, en silencios sordos y algo tenebrosos, el rey negro sigue ahí, mirando sin entender, pero imposibilitando que la Comunidad pueda moverse con un mínimo de soltura y solvencia y dignidad.
Article publicsat al diari Información (Alacant) juliol 2025. Manuel Alcaraz Ramos és professor de Dret Constitucional a la UA i exconseller de la Generalitat Valenciana.