Victor Saura
Josep Antoni Duran i Lleida agota sus últimos meses como político en activo. Con CiU saltando por los aires, se hace muy difícil pensar que en noviembre repetirá como candidato al Congreso, sea de UDC, Construïm o de cualquier otra plataforma electoral que se apañe. De hecho, se hace difícil pensar incluso que repita como candidato a nada. Sus días como político mejor valorado quedan lejos. Si no obra un milagro divino, acabará sus 30 años de pastor conduciendo su rebaño hacia el desierto de la irrelevancia política.
Estuvo acertado Antoni Castellà cuando calificó de pírrica la victoria del sector oficialista en el referéndum del domingo. Desde que en el siglo III AC el rey Pirro derrotó a los romanos a costa de perder casi todo su ejército, una victoria pírrica es siempre el preludio de una derrota. Duran había sido un experto en purgar la disidencia, con un simple golpe de bastón tenía suficiente para expulsar o arrinconar cualquier oveja descarriada, ante la mirada indiferente de las otras, pero en esta ocasión la revuelta ha sido tan excepcional y bien perpetrada que todo invita a pensar que llevaba meses de maduración.
La lista de víctimas de Duran es extensa. Y, a excepción de Josep Maria Vila d’Abadal, ninguno de los purgados durante 30 años lo fue por disentir sobre la hoja de ruta en la cuestión nacional, sino por osar pedir más y mejor democracia interna. Pero ni Vicenç Gavaldà, ni Eduard Cardona, ni Josep C. Vergès, ni Jordi Petit, ni Eugeni Pérez-Moreno ni Vicenç Pedret, por citar sólo unos cuantos nombres, hallaron jamás la empatía o apoyo de este tridente que hoy forman Antoni Castellà, Joan Rigol y Núria de Gispert. Determinada prensa les jalea, sin recordar que tampoco este trío movió un dedo mientras iba flotando la porquería de los casos Pallerols, Turismo y Trabajo, ni hizo aspavientos cuando pagaban justos por pecadores, es decir, cuando simples marionetas llamadas Cogul, Servitje o incluso Farreres se encontraron en el centro de la diana judicial y mediática por el simple hecho de haber cumplido órdenes de arriba. Ni tampoco se les oyó disentir en el momento que, ante el abismo de un juicio que no se podía ganar, Unió Democràtica de Catalunya aceptó que se había financiado irregularmente a través de las academias de Fidel Pallerols.
¿Y qué hará ahora Duran? ¿Se irá a casa? ¿Seguirá al frente de un partido a la deriva? ¿Dejará la política para dedicarse a la abogacía? ¿Por su cuenta o en el bufete de su suegro (donde trabaja también su mujer)? Duran posiblemente no anticipó nunca el presente terremoto, pero ya hace tiempo que intuía como se le acercaba la hora del adiós. En julio del año pasado dimitió como secretario general de CiU para, oficialmente, dejar paso a la renovación. E insistió (otra cosa es que alguien le creyera) que su decisión nada tenía que ver con el debate soberanista. Tres meses después, en octubre, se dio de alta en el Colegio de Abogados de Barcelona. Desde inicios de los ochenta que Duran no ejerce de abogado, pero también Miquel Roca estuvo veinte años sin hacerlo. O sea que no se puede descartar que, cuando la política, como el desodorante, la abandone definitivamente, Duran emule los pasos de Roca, su primer archienemigo en la coalición, que a mediados de los noventa supo transformar su activo personal y su fabulosa agenda de contactos en un próspero bufete de abogados. En todo caso, entre los togas de oro de Barcelona por ahora no se perciben movimientos; si Duran los ha hecho ha sido muy discreto.
La situación del líder democristiano presenta otra particularidad, de la que se ha hablado poco o nada a pesar de ser un factor que puede haber influido en determinados posicionamientos. Convicciones personales al margen, el hecho es que Duran tiene una importante deuda bancaria, de unos dos millones de euros, la mayor parte concentrado en el Banco de Santander. Es mucho dinero para una familia que no tiene más capital que el fruto de su trabajo. Y este hecho tanto puede ayudar a comprender sus reparos a la hora de abrazar la causa separatista como explicar que ni CiU ni Duran hayan acusado nunca a los bancos de ser los corresponsables de la crisis.
En marzo de 2008, cuando salía en todas las encuestas como el político mejor valorado y el debate catalán tenía el acento más en la reforma que en la ruptura, Duran y su esposa, Marta Colls, contrataron un crédito hipotecario de 1,2 millones de euros con el banco de los Botín para la compra de una parcela y posterior edificación de un chalet en la Costa Brava. En concreto, en una urbanización situada muy cerca de la exclusiva playa de Fornells, en el término municipal de Begur, donde hacía años que veraneaban (pero en casa de los suegros). Dos años y medio después, en agosto de 2010, ampliaron el crédito en 400.000 euros, y aún unos meses después, en abril de 2011, en 120.000 euros más.
A estos 1,72 millones de euros se añadían a dos hipotecas que ya tenía vivas de operaciones anteriores, por el piso y parking de Barcelona (en 2011 quedaban sólo 42.000 euros por pagar al BBVA), y por el apartamento que tienen en Salardú (Vall d’Aran), junto a la estación de esquí de Baqueira-Beret (278.000 euros, también prestados por el Santander). En total, pues, la deuda bancaria del matrimonio Duran-Colls supera los dos millones, casi todos ellos salidos del Banco Santander, si bien, en la declaración de bienes y patrimonio que Duran Lleida presentó al comienzo de la legislatura en el Congreso sólo anota el 50%, como si se tratara de la declaración del IRPF, cuando es evidente que él y su mujer son responsables solidarios de la deuda total.
Según los datos que constan en el Registro Mercantil, la hipoteca sobre el chalet de Begur (una casa aislada de 457 metros cuadrados repartidos en tres plantas y construida sobre una finca de 2.400 metros cuadrados, con jardín y piscina) se formalizó a 30 años, o sea que vence el año 2038, mientras que la hipoteca que pesa sobre el apartamento de Salardú lo hace en 2036. Haciendo un cálculo aproximado, hasta esa fecha, el matrimonio Duran-Colls deberá estar pagando una cuota mensual de unos 9.500 euros para llegar a satisfacer el principal más intereses (esto, contando que se mantendrán bajos), lo que dice mucho de la confianza que el Santander tiene en la capacidad de generar ingresos de sus clientes, incluso cuando superen los ochenta años. No acaban aquí las condiciones ventajosas del préstamo concedido en 2008, cuando los bancos se supone que habían cerrado el grifo del crédito (no para todos), ya que incluían dos años de carencia hasta empezar a devolverlo, que se ampliaron en 13 meses más, o sea que cuando Duran presentó su declaración de bienes prácticamente lo debía en su integridad.
“Hace tres años que tengo el sueldo congelado. Y conjuntamente con mi esposa tengo tres hipotecas, pero plenamente planificado su pago, si Dios nos da salud. Y si no, a vender algo del hipotecado”. Esto decía Duran en un chat con lectores durante la campaña de las elecciones generales de noviembre de 2011. Entre su sueldo de diputado (presidente de grupo parlamentario y de la comisión de Exteriores) y las retribuciones del partido, Duran ingresa ahora unos 130.000 euros brutos anuales, que se quedan en unos 85.000 después de pagar impuestos. O su mujer gana un dineral, o no se entiende cómo con estos ingresos se pueden afrontar unas cuotas hipotecarias tan elevadas, y más aún cómo se podrán afrontar si a partir de diciembre Duran pierde el escaño, los pluses y los tentáculos. A no ser que el Santander, o una entidad por el estilo, le ponga en su consejo de administración y le asigne un salario astronómico. Más que por los servicios que pueda prestar, por los ya prestados.
(Publicat a eldiario.es, 17 de juny 2015)